domingo, 17 de marzo de 2013

Tendresse.


Esa línea que parte tu espalda en dos está tan marcada que llega a dividirte por dentro.

Podría recorrerla con los ojos cerrados igual que podría unirte a ti.

Podría pasear por tus vértebras y encontrar tu felicidad de base, tintada de azul.
Seguir subiendo sin miedo por la curva, con la bici de las lagunas, y encontrar tus primeros amores. Que sus huellas me hagan llegar hasta tus costillas, y encontrar los placeres vividos marcados por besos y caricias en noches a deshoras. Colgando de una de ellas, desde el placer de un sábado noche de cuatro copas y poca ropa, podría ver a tu corazón desconocido escupiendo palabras de dolor que consume en exceso, y ver como tu cabeza silencia todo aquello que pueda poner en duda su racional estructura.

Tal vez hace falta ser zurdo, para que cabeza alcance a coger con la mano izquierda los gritos de corazón. Para que los lance, abriendo uno por uno los dedos, como tocando un piano con movimientos contrarios, disfrutando de ver como se deslizan y tu mano vuelve a quedar limpia. Tan limpia que el dedo meñique es capaz de tocar el corazón sin mancharse, y el dedo pulgar roce la cabeza, formando un tobogán de equilibrio.

Lástima, que justo en medio del camino entre un punto y otro exista el dedo corazón y éste gane el pulso. Que choquemos contra él y que nos haga pedazos de sentimientos en forma de locura, devolviéndonos al corazón. Porque cabeza seguirá sentada en su trono de altura, viéndolo todo desde otra perspectiva, intentando unir lazos. Lo que ésta no sabe es que los lazos no se unen, se crean.

jueves, 1 de noviembre de 2012

A deshoras


Desde hace 1 septiembre cuento con un pedazo nuevo de vida. Un pedazo complicado, círculo vicioso y especial.
Odio las películas de ciencia ficción, odio que la primera y única que vi contigo fuera de ellas.  Tendría un pase si hubiéramos visto a Harry, o si el Ilusionista nos hubiera esperado en aquella sala. Odio saber que a ti te encantan, aunque verlas solo no sea tu fuerte. Que no encuentras sentido en quien es capaz de pasarse dos horas pegado a una pantalla sin compañía. Odio  poder haber sido esa mitad en tu sofá pero los planes no son lo nuestro, yo me quedé con ganas de que no me dejaras ver la película robandole caricias a mi espalda, y tu te quedaste sin ganas de robarme ni siquiera el tiempo que llenábamos con palabras mudas.
Odio los partidos de básquet y que las barbas de Llull y Navarro me recuerden a ti en verano, a que quería verte con bucobarba de tres semanas, que quería verte.
Odio jugar a la NBA en la play y seguir pensando en preguntarte si lakers, celtics o los que se me escapan. Odio guardar el consejo de que debo fijarme en qué equipo elige la otra persona y entonces decidir. Aunque de poco me sirve, porque el truco era tuyo, solo tu sabías gastarlo y solo yo sabía escuchar y confiar. Odio que se hayan dejado ganar para que tu vieras que los triples eran lo mío, y tener que pagar luego en birras a los falsos perdedores. Odio no haberte podido ganar nunca, pillado tu truco estaba ya todo hecho, o quién sabe.
Odio que los domingos sepan a reencuentro, a por qué no compras dos helados y vienes a verme, a querer que bajes con tu mejor pijama a comprarlos, a reír sola imaginando la cara de la dependienta sabiendo el poco pijama que gastas, y sabiendo también que por propia pereza  no tendrías helado de un solo sabor, marmota dominguera. Porque sé que los prefieres, y que el de natillas con galletas es el mejor que has probado nunca, pero dejaron de darte el placer haciéndolo desaparecer. Como buena mafias lo encontré más tarde en una cafetería perdida en la ciudad. Odio pasar por ella casi a diario y tener las ganas de decirle al camarero: "Hey, ponme dos de esos, hay un barbas esperándolo sin saberlo". Ir a la estación de tren, esperarte, invitarte por sorpresa. Aparecer corriendo, taparte los ojos mientras el helado se derrite, acercarme a tu oído y preguntarte: "esperas a alguien guapete?". Odio los trenes que salen de ella, no haber cogido ninguno para verte, que no hayan habido despedidas entre andenes. Que me faltase el valor y a ti las ganas.
Odio amanecer, abrir la nevera y que los monster sean tu desayuno por excelencia. Coger café, para que los recuerdos sean leves, para que las mañanas pesen menos. Odio que cuando vuelve la rutina mis despertares sean tan insoportables como los tuyos. Odio no poder bromear con intentar despegarte del almohadón temprano, robándote las sábanas, mordisqueándote y pensando que en segundos me tirarías al suelo desde tu cama de dos pisos. Una cama de esas que tu mueves para limpiar muy de vez en cuando y que yo y mi poca fuerza no podemos arrastrar para sacar las colillas que me caen en sus esquinas ciertas noches a deshoras. Odio recordar que tu eras el ordenado, y yo la que vive en su perfecto desorden. Odio haberte dado las buenas noches un día con la letra de una canción que hablaba sobre el espacio y los sueños, odio que respondieras que ojalá te dieran las buenas noches así más a menudo. Odio que noches más tarde después de preguntarte que qué podría hacer yo que estuviera en mis manos para hacerte feliz me contestaras "y si fuera yo quien estuviera en tus manos, que podrías hacer?". Odio que nunca llegaras a estarlo.
Odio que te guste despertarte a media noche, darte la vuelta y encontrar a alguien durmiendo a tu lado tanto como a mí, porque nunca entendimos el placer de dormir solos, aunque te agovies cuando la cama es pequeña y necesites un poco de tu espacio. El metro ochenta en el que decías haberte estancado cabía perfectamente en mi cama, siempre que me dejaras apoyarme en ti. Por cierto, bonito lunar en tu pecho a la izquierda, ¿es fácil llegar?
Odio que tu cumpleaños caiga en número impar,y haberte podido felicitar en el último. Que soplaras las mismas velas que yo soplé y que dijeras que era la mejor tarta virtual que te habían enviado nunca. No sé si pediste deseo, tampoco sé si se cumplió, pero lo que sí sé es que nadie más volvió a soplar esa tarta.
Odio haberte visto bailar poco después. No poder quitarte la mirada de encima en cada movimiento y ver como te deslizabas hasta el siguiente como si de caricias se tratara.  Odio no haber podido cruzar una mirada y un abrazo al salir de allí, y ahorrarnos tantas palabras. Odio haber hablado contigo cuando saliste de aquella oportunidad, en la que ganaste y sorprendiste, a la que ibas tan seguro porque sabías que tu trabajo era bueno. Haberte dicho que eras lo más bonito que había visto aquella tarde, que fuera verdad. Que mientras volvías a casa me pidieras ternura con patatas para cenar, tu cama, tu y yo. Que me hablaras de lo especial que es para ti el escenario, que o tu lo haces tuyo o él te hace suyo, que lo llenas con sensaciones. Odio que ver bailar a alguien desvele tanto de su persona, que muestre lo que no se ve a simple vista o lo que no se puede definir, porque el arte cuenta con más valor que cualquier palabra.
Odio no haber tenido la loca idea de alquilar una caravana y fugarnos a Estados Unidos, recorrer la ruta 66  y parar en cada bar y cada restaurante para probar toda esa comida macro grasienta que tanto te gusta en tamaño xxl.
Odio no haberme tirado en el césped de cualquier parque una noche a cenar chinos contigo, a escuchar rap entre pianos y a endeudarme con tu espalda.
Odio que mayo en mi balcón fuera tan solitario conociéndote, que tu olieras a rocío y a silencio desde tu casa mientras yo veía aviones despegar desde la mía.
Odio no haber comprado la casa que se vende en la acera de enfrente con los 20 euros que encontré por la calle. Los mismos con los que pensaba invitarte a tomar algo y con los que sobreviviríamos el resto de los días.Odio que la distancia siempre haya servido de excusa.
Odio que las canciones de rap me recuerden a ti, y que la música me acompañe cada día. Odio dormir con una camiseta que es más tuya que mía, odio no haber dormido nunca con la tuya.
Odio las incoherencias, y que la bipolaridad sea lo más fantástico del mundo. Odio las verdades en madrugadas sin sentido, donde eras menos persona que de normal. Odio que el ser diferentes nos haga especiales. Odio haber sido inteligente y no disfrutada. Odio no haberte entendido y haberte entendido demasiado en ciertos momentos. Odio escribir tanto y actuar tan poco.
Odio tantas cosas que no odio nada. Todo lo que odio lo hubiera amado aunque solo hubieran sido cinco minutos compartidos.

sábado, 21 de enero de 2012

un universo infinito que cruza miradas que aquí no se cruzarán nunca

       Comprobar que lo que pudo parecerme una inmensidad en un momento determinado se vuelva ahora en algo tan diminuto que apenas alcanzo a recordar, cuanto menos es un alivio. La indiferencia ha ocupado el lugar que compartíamos, dejándole un hueco a mi sonrisa,




                           pero en el fondo reconozco que me perdí en tú universos de noches fugaces y días extraños.

sábado, 12 de noviembre de 2011

La vida tiritando en una estrella

Dejé de entenderte. Me cansé de seguirte. Me cansé de intentar cruzar tu límite, chocando cada día contra el mismo muro. Murieron las ganas en cada palabra. Me cansé de los extremos, de la bipolaridad que te invade, y me sacaste de quicio. Me cansé de preocuparme, de inventar pequeños detalles que poco te importaban. Me cansé de no verte, de no poder saber como sonríes, cómo bajas la mirada o cómo sabe uno de tus abrazos. Cuando esperas, el tiempo corre tan lentamente que consume tu energía, dejándote tirado pensando en cada esquina. No puedo explicarte demasiado que pasa por mi cabeza, porque por mucho que lo intente no entiendo tus idas y venidas, el equilibrio contigo es imposible. Estaba dispuesta a ser fonambulista en tu cuerda floja, pero tu mismo me empujaste al vacío. La indiferencia por tu parte me hace ver que no vale la pena. Pero reconozco que cada vez que vuelves me convences. He tenido el valor necesario para quedarme y aguantar, y no ha salido bien. Que esté pendiente de ti te asusta, no quieres sentirte asfixiado por mis palabras, pero creo que nunca te exigido nada, y aunque no lo creas, hace mucho que he dejado de esperar algo de ti. Creo que no es el momento, que ya estás cansado, que nada te convence. He caído sola en esto, no puedo reprocharte nada porque ya me lo avisaste, pero pensaba que hacía falta mucho más para acabar conmigo. Ahora marco yo el límite, hasta aquí los días de desconcierto. Como siempre, espero tu no-respuesta.

jueves, 7 de julio de 2011






"El destino une y separa a las personas,  
                               pero no existe ninguna fuerza que sea tan grande             
                              que haga olvidar a las personas que, 
                              por algún motivo, algún día nos hicieron felices"...     
         Hay un momento en la vida que tú sabes quien es importante para tí,   
             quien nunca lo fue, quien ya no lo es y quien lo será siempre.

miércoles, 29 de junio de 2011

felicità

                                  




                                 



"Viajar es el catalizador de emociones más poderoso que conozco. Viajando te enamoras y te separas. Viajando te enfrentas a tus miedos y huyes de ellos. El viaje siempre es en sí mismo territorio desconocido vayas donde vayas.  El viaje es evolución y avance. Es futuro e ilusión. "   

http://diario-de-viaje-de-raquel-sanchez-silva.blogs.elle.es/2011/05/09/viajar-es/